Hacerse Servidor de Todos (San Marcos, 10, 32-34)

Servir... Una palabra pequeña, simple de decir, pero con una dimensión tremenda.

Sirvió Teresa de Calcuta, por encima de las limitaciones económicas, de las diferencias religiosas, de las ideologías; no pidió nada para ella: todo lo que consiguió, todo lo que le dieron, todo lo que ella era, lo entregó a los más necesitados.

Rescató bebés del basurero, ancianos y mendigos malolientes que morían en las calles… y no solo les dio alimento y techo: les dio ternura… les dio amor.


Y como Teresa, muchos hombres y mujeres, antes y después de ella, han entregado su vida al servicio de los demás, de los más necesitados. Doy testimonio de dos centros, en Panamá, en los que hombres y mujeres se entregan a servir quienes más lo necesitan: la Casa Hogar El Buen Samaritano, llevado por un sacerdote y una comunidad de laicos, que atiende a personas con vih-sida sin capacidad económica o sin apoyo familiar, y el Hogar de la Divina Gracia, llevado por religiosas, que recibe a niñas víctimas de abuso o violencia intrafamiliar y riesgo social.

He visto hombres y mujeres salir del Buen Samaritano caminando, sonrientes, adheridos a su tratamiento, saludables, empoderados; he visto a niñas urañas y de mirada dura crecer y convertirse en señoritas guapas, con un bachillerato y dando testimonio de lo que al Amor hizo y hace en sus vidas.

Servir implica llevar una cruz… o varias. Llevas sobre tu hombro la cruz de aquellos a los que sirves: su violencia, su dolor, su abandono, su desesperanza. Llevas la tuya, porque te toca superar tu ego, entender al otro por encima de tus deseos y expectativas; porque posiblemente tu familia no te entienda, porque quizás tu servicio es un proceso de sanación para heridas que llevas dentro de tu corazón.

A mí me cuesta mucho servir cuando el otro no valora, no respeta o hasta me agrede. Mi ego herido salta y la fiera interior ruge. Tengo mucho que sanar aún… Pero mi Señor me muestra constantemente que, porque me ama, me ha puesto a servir, con todas mis fallas, precisamente para que aprenda a no desear estar a su derecha o a su izquierda, sino a ser el último de la fila, el servidor de todos. ¡Uff!

Cuando oímos al Maestro decir que los tiranos y poderosos del mundo dominan como si fueran dueños, pensamos solamente en los políticos y gobernantes. Pero, ¿cómo gobiernas tú tu casa, tu empresa, a tus subalternos? ¿Cómo guías a tus hijos o discutes las diferencias con tu pareja? Te lo pregunto... y me lo pregunto a mí mismo.

Señor, muéveme a querer servir y a pedirte la Gracia que necesito para poder cargar la cruz del servicio a los demás. Lléname de amor, amor paciente, tolerante, misericordioso. Sana mi corazón y mis emociones, para poder ser fuente de agua viva para los que me rodean.

 Amén.