Lucas, 2, 22-40
Hoy, 2 de febrero, la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación
del Señor en el Templo y en ella podemos contemplar 3 enseñanzas fundamentales.
En primer lugar, Jesús es presentado a Dios en su
Templo, en cumplimiento de la Ley de Moisés, por sus padres, José y María,
fieles cumplidores de los preceptos de su religión; pero también es presentado
a su pueblo, representado por Simeón y Ana.
En segundo lugar, es fundamental la acción del
Espíritu Santo en esta hermosa escena. El Espíritu que engendra al Cristo,
mueve el corazón de sus padres a la práctica amorosa y devota de su fe, y
también les revela a Simeón y Ana que ese niño es el Mesías esperado, tal y
como lo irá revelando a la Humanidad a lo largo de la Historia.
Finalmente, por la acción del Espíritu, Simeón
proclama que sus ojos han visto la salvación preparada por Dios delante de todos los pueblos y la luz para
iluminar a las naciones. Es decir, que Cristo es la Luz y la Salvación de
TODOS LOS PUEBLOS y no solamente del pueblo judío.
Dios nos está llamando hoy a practicar nuestra
piedad. Ir al templo a celebrar con nuestra comunidad cristiana; a encontrarnos
con la Liturgia que nos guía para compartir juntos el encuentro con Cristo.
También nos pone por delante a Simeón y Ana como ejemplo de corazones con ansia
de Dios que recibieron la sabiduría del Espíritu Santo para reconocer a Su
Salvador. Y por último, nos invita a ser nosotros portadores de esa Luz de
Cristo para iluminar a nuestras familias, a nuestros amigos y compañeros, a
nuestra comunidad y sociedad.
Encendamos hoy esa Luz con la oración y la acción.
Que así sea.