LA ENVIADA DEL RESUCITADO


La Iglesia Católica recuerda hoy, 22 de julio, a una mujer muy comentada pero poco conocida: Santa María Magdalena. Una santa discípula de poderoso testimonio que, sin embargo, no suele ser venerada como otros miembros de la Corte Celestial.


Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9), pero la tradición Occidental (a diferencia de los cristianos de Oriente), la va confundiendo con otras 2 mujeres mencionadas en los libros evangélicos: María de Betania, la hermana de Marta y de Lázaro, quien derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3) y escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.

Luego del Concilio Vaticano II, “se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión "sin ningún fundamento", como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de "El Libro del Pueblo de Dios". No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue "pecadora pública", "adúltera" ni "prostituta", sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.” (Tomado de http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=1584 ).

María, esa mujer procedente de Magdala que fue sanada por Jesús y que por sus múltiples enfermedades (quizás algunas mentales) era considerada “endemoniada” y era rechazada por las personas, encontró en el Amor y la Misericordia del Divino Maestro la salud espiritual, la alegría de vivir y de servir, el gozo que llenó su corazón y su vida. De ahí su inmensa gratitud; de ahí su fidelidad al pie de la Cruz, su acompañamiento solidario a la Madre Dolorosa por el Hijo Sufriente y su inconmensurable dolor al no encontrar el cuerpo de su Maestro, de su Señor. Dolor que no la hunde, sino que la mueve a buscarlo, a preguntar por Él, a llorar como manifestación de su profundo deseo de verle.

Mientras los otros están escondidos y derrotados, ella salió con las otras mujeres a atender el cuerpo de su Señor con el mismo amor con que lo acompañó hasta el sepulcro. Por eso Jesús se muestra a ella, la primera. Le da esa inmensa alegría de verle resucitado, alegría que la hace saltar a abrazarle. Y con la alegría, Cristo le da la misión: lleva esta buena nueva a mis derrotados y decepcionados amigos. Diles que no estoy muerto, que nada se ha terminado, que la tarea apenas comienza.


Si has vivido un encuentro, una experiencia personal con Jesucristo y con el tiempo has sentido que tu amor, tu gratitud y tu compromiso con Él se debilitan o se enfrían por las dificultades o por algún sufrimiento, mira a María, la de Magdala; mira su alegría al saber que Cristo está vivo. Pídele que interceda por tu fe, por tu esperanza, para que el Señor te muestre que está vivo, te reanime y te envíe nuevamente a llevar la buena noticia de su Resurrección.