¡Qué detalle has tenido conmigo, Señor!

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San Juan 1, 29-34.

Juan nos dice hoy, en la primera lectura (1era. de Juan, 2, 29 y 3, 1-6), que Dios, nuestro Creador, ha querido ser nuestro Padre, que ha enviado a su Hijo para salvarnos con la entrega de su propia vida y que, si permanecemos en Cristo, dejaremos de pecar.

Luego, en el Evangelio, nos muestra cómo el Bautista da testimonio de que Jesús es el que tenía que venir de parte de Dios.

La experiencia del Encuentro Personal con Jesucristo es la que nos permite proclamar que Él es Dios, que está vivo y que nos ha hecho sus amigos, sus hermanos. Es la experiencia que nos mueve a buscar el modo de servir a la Iglesia y al prójimo, y poner nuestras capacidades y limitaciones a los pies del Señor para llevar su buena noticia a tantas personas, de una u otra manera.

Somos vasijas de barro, como dirá San Pablo en su 2da. Carta a los Corintios; envases frágiles, muchas veces quebrados y vueltos a pegar, que llevamos dentro un tesoro valiosísimo. Y a pesar de nuestra pequeñez, no podemos quedarnos callados; y a pesar del juicio de quienes se sienten impolutos, no abandonamos el camino; seguimos dándonos como somos a quienes quieran recibirnos y escucharnos.

Eso es lo que hemos experimentado muchos en un Cursillo de Cristiandad; ese fue el ejemplo que nos dio nuestro hermano Rogelio y tantos hermanos y hermanas que hemos conocido.

Por eso, Señor Jesús, te damos gracias por el regalo más maravilloso que hemos podido recibir: el don del encuentro contigo, de experimentar tu presencia en nuestras vidas y de ponernos en salida, proclamando que tú eres nuestro Dios y escuchando a quien nos pide atención… incluso ofreciéndola a quien no nos ha contado nada, pero nos muestra su dolor con la mirada y el silencio.

Te pedimos que, como a Rogelio, nos des tu serenidad, tu fortaleza, las ganas de vivir y de dar testimonio a través de nuestra palabra y de nuestros hechos, incluso el de levantarnos del error y seguir adelante, tomados de tu mano.

Sigue transformándonos, para poder proclamar como el Bautista: “yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios”.

Amén.