LA PAZ ESTÉ CON USTEDES

En las redes sociales he leído mucho veneno, mucha crítica sin reflexión, mucho insulto. Sí, nada nuevo. A lo que me refiero es al contexto. En este tiempo tan difícil, con tantas voces llamando a la solidaridad, a revisar lo que hemos hecho hasta ahora como sociedad y como individuos, están los que siguen disparando contra todo y contra todos. Pero, lo que más me duele, es que he leído a católicos que se expresan en ese mismo tono, incluso para referirse a los pastores de nuestra Iglesia.

En el pasaje del Evangelio que la Iglesia nos presenta hoy jueves, tomado del libro de Lucas (24, 35 - 48), Jesús Resucitado se aparece a sus discípulos (¿tú, yo?) y les dice 3 frases que, para mí, son fundamentales en este momento que estamos viviendo:

"La paz esté con ustedes."
"¿Por qué están turbados?”
“Ustedes son testigos.”

Dios nos hizo libres y respeta nuestra libertad, pero los que creemos en Jesucristo como Dios Hijo y nos esforzamos por seguirlo, sabemos que Él es la Libertad verdadera. Y no, no se trata de una frase religiosa; se trata de que, objetivamente, muchos estamos atados a vicios, a dolores y frustraciones, a deseos, todas circunstancias que no nos dejan ser plenamente libres y que, en momentos cruciales, nos llevan a comportarnos o expresarnos como prisioneros de bajos sentimientos.

Un discípulo de Cristo se esfuerza y ora para no atacar; un discípulo de Cristo se esfuerza y ora para poder llevar su paz, como lo dice San Francisco de Asís. No se trata de ser cobarde, sino de decir lo que se piensa con firmeza, pero con Caridad, es decir, con amor, con respeto por el otro.

Es tiempo de orar. Los que esperamos que esta pandemia abra paso a un mundo mejor, debemos comprender que eso no va a venir solo, como consecuencia del COVID 19. Somos nosotros, tú y yo, los que debemos ponernos en manos del Resucitado para que nos dé una vida nueva, en la que las circunstancias no nos turben y nos hagan perder la fe; en la que seamos instrumentos de su paz y su amor; en la que nuestra vida, aún con sus luces y sus sombras, nos muestre como testigos de que Cristo vive hoy… y vive en nosotros.

Gracias te doy, Padre Celestial, porque el Amor de tu Hijo por nosotros se manifiesta en estos momentos en tantas personas que están entregados a hacer el bien a quienes más lo necesitan. Protégelos de la enfermedad y llénanos a todos de tu Santo Espíritu, para poder ser testigos de tu Misericordia.

Amén.

¡Con Jesús y María!